En días recientes hubo dos fiestas matrimoniales que se
convirtieron en sendos éxitos mediáticos internacionales. La primera, realizada
en la aldea iraquí de Makradheeb, en tiendas levantadas a mitad del desierto,
involucró a tres parejas y duró varios días: empezó el lunes 17 de mayo y el
miércoles 19 habría proseguido la tercera jornada de los festejos. La segunda
se realizó de un solo golpe, el 22 de mayo, en Madrid, España, en la catedral
de La Almudena.
En el primer caso la familia de uno de los novios, de
apellido Obeid, decidió tirar la casa por la ventana e invitó al evento a
decenas de familias de la región, habitada por pastores que desde siempre han
transitado por la frontera oficial sirio-iraquí. El señor Rikat Obeid contrató
en Bagdad a la banda de los hermanos Alí, un conjunto de músicos especializados
en fiestas nupciales.
Alguien se encargó de grabar el video del recuerdo. En la
cinta pueden verse, entre otras escenas, a las tres novias, ataviadas con sus
velos blancos, descendiendo de una camioneta; al músico Alí, frente a su
teclado electrónico, anunciando los tres enlaces matrimoniales; a una docena de
niños jugando; a hombres que fuman en narguiles y a otros que bailan al ritmo
de los tambores; a algunos invitados, felicitando a los familiares de los
desposados, en el interior de una tienda. Salvo la toma fugaz de las novias, y
en acatamiento de ancestrales tradiciones misóginas aplicadas a la tecnología
del video, no aparecen mujeres en las tomas.
Al anochecer del martes los asistentes a la celebración se
fueron a dormir. A las dos de la madrugada del miércoles, la casa de los Obeid
fue atacada por aviones de guerra de Estados Unidos. Los aparatos extendieron
la agresión a otras construcciones de la aldea. Después el lugar fue bombardeado
por helicópteros. Ya con luz de día apareció una columna de vehículos
blindados. De ellos descendieron soldados extranjeros, quienes se pusieron a
hurgar en los escombros del pueblo.
Hay otra cinta de video que muestra los efectos del ataque:
niños y bebés muertos al lado de los cadáveres de sus madres, el cuerpo del
tecladista Hussein Alí envuelto en una mortaja, así como “más de dos docenas de
hombres en edad militar”, según un reporte del mayor general James Mattis,
comandante de la primera división de la infantería de marina estadunidense,
quien sostuvo que el bombardeo fue dirigido contra “una casa de seguridad
utilizada por combatientes extranjeros que penetran en Irak procedentes de
Siria”.
Durante varios días los mandos militares de Estados Unidos
se atrincheraron en la versión de que sus fuerzas descubrieron un reducto de
combatientes “sirios” en Makradheeb y que, cuando acudieron al lugar, fueron
recibidas a tiros, por lo que se ordenó a la aviación que bombardeara la zona.
No fue sino hasta el sábado que el brigadier general Mark Kimmitt reconoció que
seis mujeres habían muerto en el ataque y que una celebración podría haber
tenido lugar: “los malos también hacen fiestas,” dijo.
A los “malos” su celebración nupcial les costó 41 muertos --bebés,
niños, mujeres, ancianos y “hombres en edad militar”--, así como una cantidad
indeterminada de heridos. Fue la cuota que hubieron de pagar para que el nombre
de su localidad apareciera en los medios informativos internacionales y para
que las fotos de sus difuntos amortajados dieran la vuelta al mundo.
Felipe de Borbón y Letizia Ortiz contrajeron nupcias tres
días después de la tragedia en Makradheeb. Miles de integrantes de las noblezas
europeas, estadistas y dignatarios concurrieron a la ceremonia. En la calle,
cientos de miles de madrileños entusiasmados rodearon el recinto y bardearon el
recorrido de los novios, desafiando la lluvia, para sentir que habían sido
testigos de un momento histórico. La Casa Real se ha negado a declarar el costo
total de la fiesta --desde el maquillaje de la novia hasta el alimento para los
perros entrenados de la policía, pasando por el avión radar de la OTAN que
vigiló los cielos de Castilla--, pero cálculos conservadores estiman que el
festejo costó a los ciudadanos españoles no menos de 29 millones de euros. En
círculos oficiales se argumenta que la inversión es un excelente negocio,
porque significa una masiva promoción turística de la capital de España. El
espectáculo fue cubierto por más de 5 mil medios informativos del planeta y, en
el momento culminante de la transmisión televisiva, fue observado por más de 25
millones de peninsulares. La actuación de los novios fue calificada de “fría” y
“tímida” por los cronistas especializados. Por fortuna, en Madrid no hubo
muertos ni heridos.
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