- Ecos de Proudhon
- Vírgenes toponimias y cereales patentados
- La tajada del león: Disney versus Solomon Linda
EN SU ENSAYO ¿Qué es la
propiedad? (1840),
Pierre Joseph Proudhon respondía de entrada, y sin medias tintas, “la propiedad
es un robo”, y pasaba de lleno a la defensa de esa definición que se volvió consigna
universal e incendiaria: “¡Qué inversión de ideas! Propietario y ladrón fueron
en todo tiempo expresiones contradictorias, de igual modo que sus personas son
entre sí antipáticas; todas las lenguas han consagrado esta antinomia. Ahora
bien: ¿con qué autoridad podréis impugnar el asentimiento universal y dar un
mentís a todo el género humano? ¿Quién sois para quitar la razón a los pueblos
y a la tradición?” Desde el primer momento sus contemporáneos, incluidos muchos
de izquierda, como Marx, lo denostaron con acritud.
http://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/sp65s.htm
SI ALGO QUEDA de cierto en la homologación conceptual
de Proudhon después de las ingentes críticas que ha recibido a lo largo de 16
décadas y desde todos los puntos del espectro ideológico, entonces la propiedad
intelectual también es un robo. Así lo han considerado numerosas organizaciones
del siglo XXI que buscan poner un freno a la voracidad de las corporaciones que
gobiernan el mundo y que se apoderan, por medio de patentes, de especies
vegetales ancestrales, genomas humanos, iconos religiosos y manifestaciones
culturales en las que confluye el trabajo, muchas veces gratuito y
desinteresado, de numerosos individuos a lo largo de generaciones. La desmedida
ambición de los emporios corporativos --Microsoft, Monsanto, Disney, Lockheed
Martin, Vivendi, Sony, por nombrar sólo algunos de los más destacados-- así
como de logreros siempre dispuestos a pasarse de listos, ha dado una inesperada
vigencia al pensamiento de Proudhon, quien desde la tumba sigue increpando con
una candidez brutal a las trasnacionales: “¿Quién sois para quitar la razón a
los pueblos y a la tradición?”
El siglo XXI empieza sobre una apabullante concentración de
riqueza en unas cuantas manos, legalizada por las instituciones de propiedad
industrial e intelectual, que afecta a los indios del Amazonas y a los
consumidores de música en formatos digitales, a los seropositivos de Sudáfrica
y a los oficinistas de la India, a los fieles mexicanos de la Virgen de
Guadalupe y a los académicos de Argentina. El Norte emprende campañas,
presiones y guerras para obligar a los miserables del Sur a respetar sus copyrights y los
sumisos tecnócratas de este lado se hacen de la vista gorda ante las mafias de
la piratería y la falsificación de productos, pero lanzan operativos de
amedrentamiento para disuadir, con penas de cárcel, al potencial usuario de
software no registrado o al posible espectador de un disco o de un video
copiados sin permiso.
NO VOY A meterme en la
discusión de si los transgénicos son buenos, malos o todo lo contrario. Pero
hay un dato duro: las trasnacionales que hoy producen semilla de maíz
transgénico aprovecharon los recursos incalculables invertidos por los pueblos
mesoamericanos en investigación y desarrollo para generar diversas clases de
maíz comestible. Sin pagar un centavo, usufructuaron esa enorme inversión
histórica para producir, a su vez, sus propias variedades, y hoy llegan, con su
sonrisita de conejo y sus guardias privados, a pretender cobrar a los
descendientes de los auténticos desarrolladores del maíz, por la amortización
de laboratorios y salarios de científicos.
NO DEJA DE ser un robo el que una empresa de
Luisiana (McIlhenny Co.) haya registrado como suyo el nombre de Tabasco y que así
lo presuma en su sitio web: “TABASCO® is a registered trademark &
servicemark exclusively of McIlhenny Co., Avery Island, LA 70513”. No hace
mucho, el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) cometió la
tremenda burrada de aceptar la solicitud de registro de derechos presentada por
un empresario chino sobre la figura de la Virgen de Guadalupe. “Por sentido
común, una imagen que es propiedad de todos los mexicanos no puede adjudicarse
a un particular”, dijo entonces el cardenal Juan Sandoval Íñiguez. La santa
indignación eclesiástica ocultaba, sin embargo, la preocupación por las
implicaciones legales de un contrato celebrado el 31 de marzo de 2002 --un año
antes-- entre la Basílica de Guadalupe y la empresa estadunidense Viotran,
mediante el cual la primera cedía a la segunda, por un lapso de cinco años y a
cambio de 12.5 millones de dólares, los “derechos de propiedad” de la Virgen de
Guadalupe para reproducir la imagen religiosa “en cualquier tipo de artículos
que quiera comercializar: carteles, llaveros, estampas, velas, veladoras,
relojes, tarjetas telefónicas, chamarras, objetos de oro y plata, etc.”, y que
incluían en cada objeto una “bendición especial” del arzobispo Norberto Rivera
o de monseñor Diego Monroy Ponce, rector de la basílica.
http://www.tabasco.com/international/spanish/history.cfm
HAY CASOS MUCHO más graves. “Recoger una planta de un
huerto familiar de Ecuador fue suficiente para que la International Plant
Medicine Corporation, con sede en Estados Unidos, obtuviera una patente
estadunidense de variedad vegetal de una planta sagrada de la Amazonia: la
ayahuasca”. O bien: “En marzo de 2001, la Organización de la Propiedad
Intelectual (OMPI) (WIPO por sus siglas en inglés) anunció el lanzamiento de un
concurso de ensayo estudiantil en el que se pedía presentar trabajos con el
título: '¿Qué significa la propiedad intelectual en su vida cotidiana?'
Cualquiera que escribiera un ensayo en el que dijera que la misma significaba:
'no puedo comprar drogas contra el sida debido a los derechos de patente', o
'como agricultor no puedo acceder a las semillas protegidas por patentes y
luego volverlas a sembrar', o 'como profesor no puedo distribuir material a mis
estudiantes, debido a las restricciones impuestas por los derechos de autor',
no ganaría el premio de la OMPI, sin importar qué tan bien sustentado estuviera
o válido fuera su ensayo.”
QUIENES DESEEN BUCEAR en las críticas al ejercicio y las
reglas actuales de la propiedad intelectual pueden encontrar información
esclarecedora en los lugares enlistados a continuación:
http://www.wipo.int/documents/es/meetings/1998/indip/rt98_4b.htm
http://www.biodiversidadla.org
http://www.comunidadandina.org
http://www.jornada.unam.mx/1999/ago99/990809/mas-perfil.html
http://www.uruguay.com/laonda/LaOnda/116/A5.htm
http://www.comunidadandina.org
http://www.jornada.unam.mx/1999/ago99/990809/mas-perfil.html
http://www.uruguay.com/laonda/LaOnda/116/A5.htm
LAS EMPRESAS FARMACÉUTICAS gringas pretenden que los sidosos de
Sudáfrica paguen a precios de mercado los medicamentos que les resultan
indispensables para seguir vivos: cuestión de propiedad intelectual, aducen.
Por su parte, la trasnacional Walt Disney ha ganado unos 15 millones de dólares
con la canción Mbube (león,
en zulú), del compositor sudafricano Solomon Linda, quien en 1939, en
Johannesburgo, la grabó en un disco de 78 revoluciones por minuto, en compañía
de su grupo musical, The
Evening Birds. Diez años más tarde, en Nueva York, el legendario Pete
Seeger adoptó la canción, la rebautizaron como “El león duerme esta noche” y la
lanzaron a la fama mundial. Poco después Linda se vio obligado a vender los
derechos de la pieza a un editor sudafricano que le pagó una bicoca. Cuando el
compositor murió, en 1962, tenía menos de 25 dólares en su cuenta bancaria. Un
fragmento de la hermosísima canción en disputa puede escucharse --y salvarse en
archivo MP3-- en su versión original en el sitio club.vitaminic.
ACTUALMENTE, DISNEY, QUE entró en tratos con el explotador
sudafricano de Linda, usa el tema musical en la película El
Rey León (1994),
en la secuela El
reino de Simba y
en la producción musical Rey León, en cartelera en muchos
teatros del mundo. Tres de las hijas del compositor, por su parte, sobreviven
en la miseria en la ciudad perdida de Soweto, cerca de Johannesburgo. En los
últimos diez años las herederas del músico recibieron unos 15 mil dólares de
regalías (el 0.1 por ciento de las utilidades generadas por la pieza), valga
decir, menos de 42 dólares mensuales cada una. Pero las hermanas se acogieron a
una ley que estaba vigente en la Commonwealth cuando Solomon vendió su obra y
según la cual los herederos de un compositor pueden reivindicar derechos de
autor 25 años después de la muerte del ascendiente. Con esa base legal, a
principios de este mes, demandaron a Disney por 10 millones de rands (un millón
600 mil dólares). Si ganan el pleito y Disney se niega a pagar, la justicia
sudafricana podría ofrecer en subasta las marcas registradas de la alicaída
empresa de entretenimiento, incluyendo al Pato Donald y a Mickey Mouse. Muchos
accionistas de Disney y yuppies ejecutivos
han de estar murmurando, con la boca torcida por el coraje, que la propiedad es
un robo.
http://www.infobae.com/notas/nota3.php?Idx=123165&IdxSeccion=100445
http://stage.vitaminic.com/main/solomon_linda_s_original_evening_birds
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