Olvídense de la clemencia: “Si tanto le importan los gitanos, que los acoja en Luxemburgo”, ha sido la insolente e implacable réplica de Sarkozy a los reclamos de lavicepresidenta de la Comisión Europea, Viviane Reding, por las deportaciones masivas de gitanos emprendidas por el gobierno francés.
Es que tienen fama de sucios y de ladrones, y para colmo no saben estarse quietos. Por eso, en Europa, los gitanos han sido, desde hace seis siglos, carne de deportación. Para eso sirven: para echarlos fuera del país (Berlusconi y Sarko), para castigarlos con latigazos y mutilaciones (Reyes Católicos), para meterlos a la cámara de gas (Hitler).
Hace tiempo referí la historia de los esclavos gitanos enviados a desaguar las minas de mercurio de Almadén, como pago por unos adeudos que Felipe II tenía contratados con los Fúcares. Obligado a escuchar el clamor por las condiciones infernales en las que la explotación vil estaba matando a los forzados, el soberano envió al sitio, en calidad de juez visitador, al payo Mateo Alemán, quien concluyó en su informe al rey:
“...Si habéis de matar a los gitanos, señor, hacedlo, cuando menos, de manera cristiana, porque a nadie se debe dar el tormento de tales minas”.
Los sobrevivientes lo contaron a su manera en una taranta:
De las galeras del puerto
a las minas nos trasladan
un vaso de Almadén
revuelto en sangre gitana.
Señor don Mateo Alemán
cuente usted lo que nos hacen:
sacar las ollas del horno
que arde con el fuego y nos cruje la carne.
No nos permiten dormir.
La noche se nos pasaba
amarraditos a los hornos
y trescientos saques de agua.
Señor don Mateo Alemán
cuando despuntaba el día,
a sacar las ollas del horno
y los pellejitos nos crujían.
Con el palo y con los mimbres
insultaban nuestras vidas.
Antes de que nos muramos todos,
señor don Mateo Alemán, por Dios, date prisa.
Cuatro siglos más tarde, Juan Peña, El Lebrijano, unió el reporte del payo y el romance gitano en uno de los discos más tristes del cante jondo: Persecución (1976).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario