No creo en vibraciones milenarias que brincan de cromosoma en cromosoma y se trasminan hasta nuestros tiempos de iPod y celulares, ni en frecuencias cósmicas que se conectan con la Tierra por el puerto (¿serial, o paralelo, o USB?) de las pirámides. Pero este domingo, puesto a escoger entre dos clases de peregrinación, entre el Paseo de la Reforma y la Calzada de los Muertos, escogí la segunda. Y allá fuimos, Clara y yo, a ver qué dicen las piedras, si es que es dable escucharlas. Cruzar la zona de plantones no fue un problema grave. No lo ha sido nunca: los antiguos moradores de Cuicuilco, los que se salvaron de la fritanga del volcán, tal vez siguieron la misma ruta Tlalpan-Teotihuacan y anexas que tomamos nosotros para asistir a esos promontorios de estabilidad y poderío (aunque sea poderío abandonado, qué gran ejemplo de sensatez para las generaciones futuras) en cuyos vértices se veneraba a Tláloc y a Chalchiuhtlicue.
Este lugar ya estaba abandonado en 1321, cuando los aztecas fundaron su gran ciudad, y algunos sostienen que los mexicas nobles venían a este valle en olor de visitantes, de arqueólogos empíricos y quién sabe si a “recargarse de energía”. Si fue así, establecieron el camino para que la estampida de defeños acuda día tras día en pos de un feeling de eternidad. También Cozumel era un destino turístico desde antes de la llegada de los españoles. Para entonces, los mayas, dominados por los itzaes, o chontales, o putunes, habían descubierto el comercio y olvidado la escritura.
Andrés Manuel, por su parte, viene también de las tierras de la Cultura Madre. Qué pena, pero también qué alivio, que ese dato sea irrelevante para el México de hoy: de otro modo no sería El Peje, sino El Jaguar, y más estarían temblando de miedo los chicos de Santa Fe y Las Águilas ante la presencia del Mesías Tropical.
Te cachamos, Soto y Gama: la escalera doble de la Pirámide del Sol es una clara influencia de la arquitectura decimonónica francesa en las edificaciones mesoamericanas.
El domingo empieza a doblarse por la mitad. Las piedras no nos quieren decir nada. El paso de Reforma por Insurgentes está libre. Volvemos a Cuicuilco. Total, la lava del Xitle ya se enfrió y no hay bronca. Clara regresó encantada. Mañana seguiremos informando
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