Estreno de una HP Pavilion

Mi computadora portátil comprada en 1999 (su nombre afectuoso es El Heterodáctilo) sigue funcionando a la perfección, pero cada día le resulta más difícil entenderse con el mundo, así que me embarqué con una nueva, más llena de foquitos inútiles y vulgares que un modelo de la Chrysler. Pero pronto la recién llegada empezó a exhibir problemas de sobrecalentamiento.

Es posible que tenga una fuga en el radiador. Lo cierto es que en los momentos más críticos, y sin aviso previo, se va de este mundo. Yo me le quedo viendo, ella se me queda viendo, a mí se me vienen a la mente unos versos de Amado Nervo y es posible que a ella, también, aunque no haya forma de saberlo a ciencia cierta.

En momentos de urgencia, una manera plausible de trabajar, pese a todo, con el cadáver, es colocarlo de espaldas y patas arriba (excesos del antropomorfismo), atado con el cable de red a un banquito, enchufarle teclado, monitor y mouse externos, y apapacharlo con un ventilador que le refresque el trasero. Si sigo al pie de la letra el procedimiento, la computadora hace como que está viva, por más que en el fondo de mi corazón sé perfectamente que la vida, en ella, no es más que un espejismo.