5.9.06

Lágrimas callejeras

Es bueno soltar unas lágrimas en plena calle porque ese acto reconcilia nuestra intimidad con la vida pública y tiende puentes entre la realidad social y los afectos. Los prójimos conmueven cuando están trabajando su esperanza, cuando mastican sus sueños y su comida, cuando se hermanan en un propósito común. Los espacios urbanos, habitados en formas insólitas --que más sublevación del cosmos que una carpa en medio de una avenida--, se vuelven nudo en la garganta.

Recuerdo ahora mi organismo conmovido cuando se encontró caminando en plena Plaza Roja, habitante temporal de un lugar que es historia de millones. Lloré a moco y a lágrimas tendidos y se me nubló en los ojos la postal con las cebollas de San Basilio, las agujas del Kremlin y el mausoleo donde reposa aún, a regañadientes, la momia del neurótico Vladímir Ilich. El gusto de soltar las emociones no me duró mucho tiempo, porque a 30 grados bajo cero las lágrimas se congelan rápido y se convierten en agujas apuntadas a los lagrimales. Me sentí el ser más estúpido del mundo cuando intentaba arrancarme de los pómulos, con prisa, pero con cuidado, unas estalactitas sentimentales que, para mayor sufrimiento, se me habían enredado en las barbas.

Está bien llorar. Es bueno y necesario. Pero llega un momento en que las lágrimas estorban y lastiman, y hay que pasar a lo que sigue, en que hay que imaginarse lo siguiente.


Posdata para La Dubitativa: mi hija se llama Clara, pero sólo porque me sonó bonito.

15 comentarios:

HL dijo...

Sí, de pronto uno se da cuenta que los lugares se cargan de una nostalgia histórica casi insoportable para el endeble ser humano.

Rafael dijo...
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Rafael dijo...

Hoy estuve en el Zócalo, llovió, entonces una anciana me extendió su paraguas (Azul, lo recuerdo Bien)mientras la multitud coreaba "Es un Honor Estar con Obrador" al abrir el paraguas llovía en mis ojos...

Anónimo dijo...

Yo vomité en lugar de llorar.

grabiel dijo...

Imaginarse lo siguiente, exactamente, porque uno nunca se imagina que llorará aún cuando espera lo peor, ¿que no?

Qu'el recuento de los daños reavive,
voto por voto, m'intelect'obtuso.

(Soneto XXX de Chespir traducido al fraudismo electoral en Ande Yo Caliente).

Saludos a treinta grados bajo cero en pleno verano, brrrrrrr.

Anónimo dijo...

me gustó lo de:

"Pero no hay fraude que valga, Ciruela,
que a tu lado el mundo me la pela".


pero no basta consuelo...

a chingarle, pues!

Anónimo dijo...

Ciertamente. Hay estalactitas insoportables...

Abrazo,

Miguel.

marichuy dijo...

Pedro
Como a ti en la Plaza Roja, a mi me pasó en París (será porque soy una esnob, diría el buen Alonso Ruvalcaba), frente a la vieja prisión de la Bastilla, obvio que fue de emoción y, en mi descargo, yo era una estudiante medio idealista. No más.

Ayer en cambio, me dio mucha rabia, pero ni una lágrima. El "chaparrito peloncito de lentes" no se merece ni eso.

PS Denle un vistazo a la carta, dirigida al "presidente electo", que publica hoy la sección QRR de Milenio

Pedro Miguel dijo...

Snob? Tiens. Moi, j'habitais tout près de la Bastille, au Boulevard Bourdon, face au Canal Saint Martin. Mais je ne pleurais pas.

cosaensi dijo...
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cosaensi dijo...

cuando lloras los ojos se te quedan calentitos.
y cuando llueve y lloras es dificil que alguien pueda notarlo, se podría uno aprovechar de eso cuando se es timido.
todavía no he llorado en moscu, pero sí recuerdo haber llorado en paris al despedirme de franck en la rue des petites ecuries.

me gusta saber que un dia llorasteis.

marichuy dijo...

Pedro
Yo habité por unas semanas a una calle del Hotel de los Inválidos y todas las noches, desde el balcón veía brillar su dorada cúpula. Ahí fue peor, no lloré pero brindé más de una vez a la salud del Gran Corso.

Be
Yo he llorado más de una vez, de emoción o de dolor. Ayer no.

140789 dijo...

Et voila, moi, j'habitais au boulevard de la Bastille, face au Canal de l'Achenal. Et j'etais la femme plus heureuse du monde.

Ah, yo lloró de rabia, sin embargo ayer me quede muette de colere.

Pedro Miguel dijo...

Pues que viva la Bastilla (no: la demolición de la Bastilla), que vivan las lágrimas y la rabia pero, sobre todo, que viva la determinación de seguir adelante: piedra y agua, fuerza y horizonte.

Pedro Miguel dijo...

... Y que viva hasta Napoleón, pues, Marichuy, aunque si yo tuviera que echarme un volado para escoger entre Bonaparte y Robespierre, tiraría la moneda a la basura, así fuera un centenario, y escogería a alguien más fresa: Victor Hugo, Mandela, Lázaro Cárdenas, qué sé yo.