Con paso dificultoso y vacilante, apoyada en unos fémures un poco gelatinosos y medio curvos, Selam bajó a la hondonada para buscar unos gusanos, o algo así. Un golpe de agua súbito acabó con su vida corta y apagó los rudimentos de conciencia que hubiesen podido asentarse en los 300 centímetros cúbicos de su masa cerebral. Murió, todavía lactante, cerca del antiguo río Awash, en el actual territorio etíope. Su cuerpo quedó protegido bajo una capa de guijarros y arena.
Hay indicios para pensar que en sus tiempos el lenguaje no era viable por razones anatómicas, pero será la propia Selam la que, hablante o no, despejará la duda, pues en su viaje al futuro trajo un pequeño fragmento óseo de la garganta llamado hioides, cuya morfología es determinante para posibilitar o impedir el lenguaje articulado. Si resulta cierto que en su época nada tenía nombre, nadie se llamaba de alguna forma, y ella, tampoco, entonces sí que ha demorado su bautizo, oficiado por el arqueólogo etíope Alemseged Zeresenay, quien la nombró Selam, que quiere decir "paz".
Este pequeño bicho no fue a la primaria, porque no estaba en edad para esas cosas; tampoco a prescolar ni a la guardería, porque hace 3.3 millones de años el mundo no estaba en edad para esas cosas. Pero aparece y pone de cabeza a antropólogos y paleontólogos, derrumba teorías y da pie a nuevas hipótesis, obliga a recorrer en unos cientos de miles de años -una bicoca- la aparición oficial de la especie humana y pone a los especialistas a rectificar sus nociones del australopithecus afarensis.
Qué paradoja: esta criatura, mitad niña humana, mitad cachorro de mono, ignorante por la edad y por las limitaciones abismales de la época, ha salido de su tumba prematura para llenar de datos, inferencias, mediciones y deducciones a un montón de sabios.
No hablemos de los viajes espaciales, la física cuántica, el sicoanálisis, los hornos de microondas; no hablemos tampoco de cosas (la telefonía convencional, las estufas de gas, los automóviles) que asombrarían a Sócrates y a Galileo, cuasi contemporáneos nuestros. Si la pequeña Selam hubiese tenido oportunidad de vislumbrar los cerillos, los osos de peluche y los cuchillos de cocina, nos habría tomado por deidades. Y, sin embargo, con todo y nuestros aceleradores de partículas somos del todo incompetentes no se diga para transportar un caramelo a través de los millones de años que nos separan de la vida de Selam, sino hasta para brindar la leche necesaria a los millones de infantes de tres años con los que compartimos el siglo XXI. Malignos no seremos todos ni del todo, pero para ser dioses hemos resultado bastante estúpidos.
¿Cómo hablarle? Hace unos meses se me vino a la cabeza la pertinencia de saldar mis deudas con la ancestral Lucy y le escribí un soneto. Selam es demasiado pequeña para esas formas prosódicas. Pensé entonces en la delirante canción de cuna compuesta por García Lorca para una fallecida tan adulta como la escritora Rosalía de Castro: "¡Érguete, miña amiga, / que xa cantan os galos do día! / ¡Érguete miña amada / porque o vento muxe, coma unha vaca!"
Pero esas estrofas, que Federico escribió para impresionar a un galán gallego que lo traía loco, según se dice, eran demasiado retóricas. Evoqué entonces las austeras coplas escritas por Miguel Hernández en la cárcel para mecer la pobreza de su hijo: "La cebolla es escarcha / cerrada y pobre: / escarcha de tus días / y de mis noches. / Hambre y cebolla: / hielo negro y escarcha / grande y redonda".
Ahí los tienen, hermanados en la ternura, a García Lorca y a Miguel Hernández: el dramaturgo cosmopolita y el poeta soldado. Y no sólo por la ternura, que también los une un destino amargo: ambos fueron víctimas de esas derechas de mierda, provincianas y clericales, autoritarias e ignorantes, que hoy vuelven a cabalgar por el mundo con disfraces de civilidad, legalidad y espíritu democrático.
Recordemos: a Federico lo asesinaron en el comienzo de la Guerra Civil, la noche del 18 de agosto de 1936, en un barranco de la sierra de Granada. El fascismo pueblerino no quiso perdonarle que fuera homosexual, que fuera de izquierda, que fuera una voz brillante y famosa en el mundo. Dos banderilleros anarquistas y un maestro de escuela fueron sus compañeros de martirio. Los huesos de los cuatro siguen tirados en el campo.
Miguel murió seis años más tarde, después de haber combatido en las filas republicanas. Los verdugos lo pasearon por las cárceles de media España: Huelva, Sevilla, Madrid, Orihuela, otra vez Madrid, Palencia, Ocaña, Alicante... Absuelto y liberado, recapturado, condenado a muerte, conmutada la sentencia, lo enferman de tuberculosis y sarna; lo hacen vivir entre ratas, piojos, pulgas y chinches: lo asesinan despacio y logran su propósito el 28 de enero de 1942 a las 5:30 de la madrugada. Tres meses después de haber cumplido 31 años, Miguel, el poeta más intenso que dio España en el siglo pasado, fue enterrado en el nicho número 1009 del cementerio de Alicante.
Con sus Nanas de la cebolla, Miguel Hernández me dio la clave para lo que sigue.
Duerme, niña peluda,
cierra los párpados
mientras tus semejantes
se hacen humanos.
Duerme sin prisas:
en tres millones de años
será de día.
Duerme, que mientras duermes
se enciende el fuego
(la bomba de neutrones
ya vendrá luego).
Sueña que subes,
por los brazos del árbol,
hasta las nubes.
Duerme, mientras se inventan
los caramelos,
las canciones de cuna,
el Diablo, el Cielo.
Pie de los siglos,
rueda de los milenios:
no le hagan ruido.
Buscando unos insectos
la niña estaba,
sin ver que a sus espaldas
venía el agua.
Qué terror sordo
hubo de haber sentido
con el ahogo.
De lodo es la frazada
que hay en su cuna
y será, cuando salga,
de roca dura.
Tibio es el lodo
y mullida, la arena
que hay en el fondo.
Esta cuna que es tumba
la tiene a salvo
de la guerra, del hambre,
de los humanos;
de ser violada,
de ser carne de cambio,
de ser esclava.
Duérmete, niña fea,
cara de chango,
que el futuro remoto
te está esperando.
Duerme tranquila:
si despiertas, te matan,
te discriminan.
Duérmete mona linda,
menuda y frágil.
La existencia es muy dura,
la tumba es fácil.
Sueña que sueñas
bajo el manto amoroso
de tu planeta.
Ancestra pequeñita:
¿Ves en tu sueño
los paisajes boscosos
de tus abuelos?
Diles, mi vida,
que bajaste del árbol,
que ya caminas.
Duerme, niña peluda,
cierra los párpados
mientras tus semejantes
se hacen humanos.
Duerme tranquila:
en tres millones de años
será de día.
Te quiero, muertita del tiempo.
14 comentarios:
Tierno y brutal.
Se-lam in the sky-y
of diamonds.
: )
Querido Pedro.
La he copiado y me la aprenderé de memoria para cantársela a mis nietas.
Gracias por rescatar también la ternura que se nos ha fosilizado.
No falta nada, la fea-durmiente despertó, desesperó queriendo morir le parece que la humanidad es eterna...
Muy bueno
un beso
y
Ancestra, abuela, vientre fecundo.
Tenemos una deuda eterna con las mujeres.
Saludos desde desde esta aprte del planeta.
le quedo sublime.Ana
Oigan: gracias.
Sin aliento...¿tendremos algún día la respuesta?. Lo dudo.
Bellísimo y conmovedor poema.
Gracias por compartirlo.
Querido Pedro Miguel. Varias cosas debo agradecer al Peje y el movimiento que lo sigue (ahora soy parte de ese movimiento). Entre las muchas cosas que le agradezco, se encuentra la de mostrar algo de coraje y valor ante los abusos. Otra, es que me regresó a leer periódicos, en particular La Jornada, que había dejado de leer por coraje, insatisfacción y un poco de abulia.
Con ese reencuentro, reencuentro tu columna, que desde mayo de este año no he dejado de seguir. Tus notas sobre los homínidos y los antecedentes del hombre me han gustado porque es un tema que me interesa mucho y utilizo en mis cátedras en la UNAM. Pero éste artículo y el que escribiste sobre Lucy, de plano me han dejado impactado. Son de una belleza informativa que pocas veces se puede encontrar, cuando uno lee textos relacionados con el tema. Muchas gracias.
Alejandro Gallardo Cano
excelente y muy original.
He leido tus letras. Acabo de llegar a casa despues del consabido estres del centro de la ciudad (hoy bastante mas de lo normal) tu poema me regreso a la vida y a ese mundo que desgraciadamente para una inmensa mayoria permanece oculto, el de la lectura. Debo decir que al igual que una religión pero sin los fundamentalismos de esta, tu poema me retornó a ese lugar donde acostumbro a ser feliz, la salud de mi hijo, la paz de mi esposa y mi casa, la emoción por los libros y la alegría de una buena pero muy buena reflexión. Bien Gracias por complementarme el dia.
me gusta tu blog
Publicar un comentario